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sábado, 11 de julio de 2009

Carta al Presidente Barack Obama

Excelentísimo señor presidente Barack Obama:

¿Le explicó a Su Señoría, el embajador Hugo Llorens, la realidad de Honduras? ¿Le ha dicho que aquí no hay un tan solo militar ocupando cargos públicos? ¿Le ha informado que la Constitución y las leyes de Honduras se continúan aplicando y respetando? ¿Le ha dicho que aquí sólo ha habido una infortunada muerte, provocada por el Secretario General de las Naciones Unidas, Miguel d’Escoto, quien violó el espacio aéreo de Honduras en un avión venezolano, para estimular la insurrección y hacerle creer a los hondureños que en ese avión venía el ex presidente Manuel Zelaya? ¿Le han dicho que no se disparó contra ese avión, como quería Chávez para provocar otra acusación? ¿Ha sido informado que en Honduras el Poder Judicial y el Poder Legislativo operan normalmente, sin ninguna interferencia?

Nadie debe sorprenderse por la conducta del Departamento de Estado ante los sucesos de Honduras. No es la primera vez que Estados Unidos se equivoca y abandona, en momentos críticos, a un aliado y amigo. Esa actitud tiene una lógica que debe leerse en inglés porque es imposible traducirla al español. Quizás si observamos el desorden financiero norteamericano podemos comenzar a entender las presiones que usted sufre. Usted, excelencia, tiene que fijar prioridades nacionales y nuestra pequeña república centroamericana, ciertamente, ocupa en su agenda uno de los últimos renglones. No lo culpamos por abandonarnos a nuestra propia suerte; si yo fuera presidente también le daría prioridad a los intereses de mi país.

Sin que sea su culpa, Estados Unidos camina en una cuerda floja golpeada por huracanes. No es fácil mantener a flote el barco del estado cuando mensualmente quiebran varios bancos y cierran numerosas industrias, pero sé que usted está intentando remediarlo. Además, cuando en la política exterior Estados Unidos ya cometió la ingenuidad de permitir que las secretarías generales de las Naciones Unidas, UN, y de la Organización de Estados Americanos, OEA, cayeran en manos de experimentados enemigos, con una bien definida tendencia ideológica antagónica, sólo era cuestión de tiempo y de coyunturas, que las fieras mostraran sus afiladas garras. Usted tampoco es responsable de eso.

Usted, respetable presidente, es querido, su talento es admirado y no ignora lo que está aconteciendo, pero su inteligencia lo invita a ser prudente y a escuchar a los cerebrales asesores de la Casa Blanca, personajes fríos y aterradoramente pragmáticos. Eso lo entendemos. Si en estos momentos Estados Unidos está restableciendo las relaciones con Venezuela, que le aseguran el petróleo, ¿qué puede importar la minúscula Honduras, en el tablero del ajedrez comercial y financiero? Y si por añadidura la Casa Blanca necesita el apoyo latinoamericano en las votaciones de la OEA, y más en las UN, entiendo que quieren demostrar que no apoyan a los militares hondureños ¿cómo puede ignorar una potencia mundial la ola creciente del socialismo que se extiende a velocidad vertiginosa por las repúblicas iberoamericanas? Se trata de un sunami provocado por la vacilante y equivocada política exterior norteamericana, que no se originó en su gobierno, sino en los anteriores, con efectos que hoy tienen preocupados, y con razón, a la Casa Blanca y al Capitolio.

Ese socialismo creciente en Latinoamérica, señor presidente, no es sólo el producto de las torpezas de los políticos de Latinoamérica; hay que agregar en el diagnóstico el por qué hay un cambio de preferencias en nuestros pueblos, y señalar por qué no evolucionan nuestros políticos. No excluyamos mencionar la vinculación del nuevo rumbo latinoamericano con la inveterada política exterior norteamericana.

Veamos un ejemplo. Hace un par de días, una decisión nerviosa y apresurada del Departamento de Estado anunció el recorte del presupuesto de ayuda para Honduras, para sancionar a quienes han sido entrenados en la Escuela Militar de las Américas y se atrevieron a decidir sin consultar a los Estados Unidos. Washington cree que, recortando la asignación para nuestras Fuerzas Armadas, “castiga” a los militares hondureños; no ha pensado que está favoreciendo a los narcotraficantes que deben ser frenados por el ejército de Honduras. Otros recortes en la asistencia a nuestro país son igualmente desafortunados, porque repercutirán directamente en la población más pobre, como sucedió con el pueblo cubano y nicaragüense. Los belicosos comandantes de Venezuela y Nicaragua están felices imaginando que Honduras queda desprotegida.

La congresista Ileana Ros-lehtinen tiene, como más de veinte congresistas, las ideas bien claras y el Departamento de Estado debería escucharlos. ¿Por qué no recortar los aportes al presupuesto de la OEA, como ella recomienda, cuando su Secretario General está utilizándolos para su campaña de reelección? Recordemos que José Miguel Insulza dirigió el Instituto de Estudios de los Estados Unidos en el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), y sabe cómo actuar, aprovechar y neutralizar a Estados Unidos. Si el Departamento de Estado permite la reelección del “pánzer” en la OEA, lo lamentaremos no solo ahora, sino a lo largo de la historia.

Admirado presidente: Yo soy hijo de un queridísimo ex presidente de Honduras que fue derrocado en 1963 por un golpe de Estado militar. Tengo en mis manos la carta de solidaridad que le envió entonces el presidente John F. Kennedy a mi padre. Entiendo mejor que ustedes lo indeseable que son las acciones de fuerza, pero lo invito a escuchar también a otras personas que tienen capacidad para ser objetivas. Mi padre también era médico y, cuando un paciente estaba grave, recomendaba: -“Escuche una segunda opinión”. El amor por la democracia no debe cegarnos.

Respetuosamente,

Ramón Villeda-Bermúdez
villber37@hotmail.com

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